En la
página principal se explica qué es este congreso, para quiénes y cómo funciona:
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¿Para quién soy? Esta pregunta la realiza el Papa en Christus vivit (286) para
unir dos inquietudes del corazón humano, la identidad y el sentido de la vida.
“Soy una misión en esta tierra.” (EG 273) es la
síntesis que las reúne. La pregunta sitúa la búsqueda de respuesta en el ámbito
del discernimiento que se realiza en la
Iglesia, asamblea de llamados.
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El congreso se celebró en el Pabellón Madrid Arena el fin de semana del 7
al 9 de febrero de este año, 2025.
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“Porque
la cuestión
vocacional es un reto de nuestro tiempo y de nuestra
Iglesia. Y juntos, queremos ponernos a la escucha del Señor, para hacernos eco
de la pregunta que el Papa Francisco formula en la Exhortación Christus Vivit (n.
286): “¿Para
quién soy yo?”.
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Una cuestión para todos y especialmente para
los más jóvenes, abriendo una búsqueda de respuesta desde el discernimiento que
se ofrece en la Iglesia, asamblea de llamados
para la misión.
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Algo de esto se quiere traslucir en el
LOGO del evento: un “yo” conectado, que trasluce la cruz de Jesucristo,
vocación y guía de todo ser humano (cf. GS 22).
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El gran objetivo de este Congreso es celebrar una gran fiesta de la Iglesia que la
muestre como “asamblea
de llamados”, pues eso quiere decir la palabra Iglesia -Ecclesia: asamblea de los llamados.
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Un encuentro eclesial que, con su preparación
y acogida posterior, ayude a reconocer que el Señor sigue llamando -a la
vida, a la fe y a la misión- y, por ello, la vida cristiana es vocación,
más aún, la
vida es vocación, en cuanto se vive como respuesta a una llamada.
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El segundo gran objetivo del Congreso fue impulsar
y consolidar en
cada una de nuestras diócesis un servicio que anime la vida vivida como vocación y promueva
los distintos caminos vocacionales. Queremos dar pie a un
ejercicio de colaboración, un proyecto compartido entre laicos, matrimonios, consagrados y
sacerdotes.
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Queremos juntarnos en torno a 3000 personas
vinculadas a la Iglesia en España, en sus distintas realidades – Diócesis, Vida
Consagrada y Movimientos. Un evento organizado por el “Servicio de Pastoral
Vocacional” de la Conferencia Episcopal Española, que integra las comisiones
episcopales de Laicos, Familia y Vida, Misiones, Vida Consagrada, Clero y
Seminarios, con la colaboración de la CONFER y de CEDIS.
- El Congreso tuvo tres fases: pre-congreso (preparación mediante un documento de trabajo y fichas para el discernimiento); congreso (desde una ponencia inicial el viernes tarde, trabajando en torno a 4 ejes o itinerarios, con un momento festivo (sábado), hasta una ponencia final que recogió lo trabajado, terminando con una eucaristía (sic) de envío (domingo). ¿Por qué los progres dicen Eucaristía, en lugar de Misa?. Creo que es algo de lo que hablaremos en otra ocasión. Siguiendo con el tema del congreso, los ejes fueron palabra, comunidad, sujeto y misión; post-congreso (continuidad de lo vivido consolidando en las iglesias locales un trabajo sinodal que anime la vida vivida como vocación, promoviendo todas las formas de vida cristiana (laical-matrimonial, consagrada, ministerial).
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En síntesis: un gran encuentro de comunión y
contenidos inspiradores para caminar.
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¿Para quién? El eco del congreso quiere llegar
a todas las personas de nuestra sociedad, creyentes y no creyentes, que buscan
un sentido para su vida, y para quienes Cristo y su Evangelio pueden ser una
orientación definitiva (¿una entre otras igualmente válidas? Se agradecería más claridad en este punto). Dentro de este marco amplio, los principales
destinatarios fueron delegados y equipos de pastoral vocacional diocesanas,
instituciones de vida consagrada y movimientos; miembros de delegaciones de
laicos y familia, misiones; novios, seminaristas, juniores; educadores,
catequistas, etc.
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¿Cómo? Las 3.200 plazas disponibles para
el Congreso se distribuyeron entre las Diócesis de nuestro país, junto con
algunas plazas para la participación directa a través de alguna institución de
Vida Consagrada o algún Movimiento Eclesial.
- Para favorecer la implicación de los más jóvenes, el 30% de los participantes de cada institución debía ser menor de 35 años. Como algo obligatorio: "debe". Y no creo que les resultara fácil conseguir que un tercio de los participantes fuese menor de esa edad. Y menos aún, que fueran por iniciativa propia porque esa fiesta de pre-jubilados nostálgicos de los años 1970s a 1990s en que vivieron su juventud eclesial-kumbayá no debe parecer nada atractiva a una persona joven que hoy esté buscando a Dios.
- El documento de trabajo se llamaba “ Del pienso, luego existo, al soy llamado, por eso vivo: de la pastoral de la opción y los valores a la pastoral de la obediencia y la santidad”. Muero de curiosidad por saber si se explicó desde la filosofía el error de Descartes que llevó al descarrilamiento del pensamiento occidental posterior, con los que Kennedy Hall ha llamado "los cuatro jinetes del apocalipsis filosófico": Descartes, Hume, Kant y Hegel; o si de dio simplemente por válido, como una manera más de pensar entre la amplia oferta filosófica y vital de la que disponemos, el pensamiento cartesiano, añadiendo otro palazo de confusión a las mentes de los pocos jóvenes que había allí y de los demás, anestesiados ya e insensibles a cualquier enseñanza sobre los principios básicos del pensamiento católico.
- ¿Para qué? “Algo nuevo está naciendo…» (Is 43, 19). Los momentos significativos sirvieron para abrir espacios y tiempos nuevos, en acogida de lo que el Espíritu nos inspira, en sinodalidad. “El proceso de este congreso de vocaciones quiere animar a la Iglesia que camina en nuestro país a escuchar la voz de Dios en nuestro tiempo, hacerse eco de su llamada creando cultura vocacional y acompañar juntos procesos de búsqueda hacia todas las formas de vida cristiana en nuestra Iglesia. Contamos con todos”. Sesenta años después del Concilio Vaticano II, aún no se han dado cuenta no sólo de que el espíritu de novedades es contrario al catolicismo, sino que ha sido un fracaso. Si fueran más honestos, o más inteligentes, volverían a la fórmula original, la que siempre funcionó y llevó a miles y millones de almas a Cristo, como hicieron los ejecutivos de la Coca-Cola en los años 80 (aquí el magnífico artículo de mi amigo Wanderer).
Finalizado este análisis sobre este novedoso formato de congreso de la CEE, pido disculpas
por la extensión, pero creo que era necesario comprender el lenguaje empleado, la
dinámica y demás para poder plantearse varias cuestiones sobre el
mismo:
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Se habla continuamente de “nuestra Iglesia”.
Benedicto XVI lo repitió insistentemente: la Iglesia no es nuestra, sino de
Cristo.
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Se observa una insistente nueva definición de
la Iglesia. Del “cuerpo místico de Cristo” de siempre o el post-conciliar “pueblo
de Dios” hemos pasado a la “asamblea de llamados” para la misión.
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¿Qué misión?, podemos preguntarnos, si el
proselitismo ha sido declarado pecado.
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“Se quiere traslucir en el LOGO del
evento: un “yo” conectado, que trasluce la cruz de Jesucristo, vocación y guía
de todo ser humano (cf. GS 22)”. A ver si alguien ve la cruz de Jesucristo en
el logo que ilustra este texto. Yo no la veo por ningún lado.
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“Queremos juntarnos en torno a 3000 personas
vinculadas a la Iglesia en España”. Todo ha quedado reducido al número, para
dar la sensación de una Iglesia viva.
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¿A qué se reducen los encuentros, incluso aquellos en los que están presentes decenas de obispos? A cancioncillas sentimentalonas y alguna
charla sin sustancia.
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“En síntesis: un gran encuentro de comunión y
contenidos inspiradores para caminar”. ¿Hacia dónde?
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Ni una sola referencia a la salvación de las
almas.
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“Contamos con todos”. ¿Seguro? Con los
católicos que buscan vivir su fe en la tradición doctrinal y litúrgica,
¿también?
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De mis años de juventud a principios del siglo
XXI tengo el recuerdo de que los encuentros vocacionales se dirigían a la vida
consagrada y el ministerio ordenado. Cierto es que el matrimonio cristiano es
también una vocación, pero la pastoral a novios y matrimonios no se realizaba
en conjunto con la pastoral a la vida consagrada. Lo que yo observo aquí es un
reflejo de ese torpedo lanzado a la línea de flotación de la Iglesia desde el
Concilio Vaticano II: la difuminación, para la aniquilación, del sacerdocio
ordenado. Sin sacerdotes no hay Misa y sin Misa no hay Iglesia. Pero los
obispos creen que no importa si no hay vocaciones al sacerdocio, porque
enviando a diáconos permanentes casados y a señoras de cualquier condición a
celebrar un placebo de Misa y dar la comunión los domingos, ya lo tienen todo
arreglado. Un parche estupendo que les ahorra plantearse por qué el número de
vocaciones sigue cayendo en picado en los seminarios diocesanos.
Respecto a
la dinámica del encuentro, es
curiosa, aunque en línea con los que se observa en los últimos años. Porque parece que todo ahora se basa en grupos de
jóvenes, unos copia de otros (incluyendo la versión monjil de las Hermanas
Pobres de Murcia), con origen en Hakuna, que cantan cantos protestantizados.
Entretenimiento con poco contenido. Unas fichas y dinámicas de grupos. No sea
que se cansen “los jóvenes” o se lo tomen demasiado en serio. Si tenemos en
cuenta que un servicio de orientación vocacional se debe dirigir a adultos
jóvenes, tampoco se entiende el simplismo
de los planteamientos y la infantilización de todo. Aunque sí está
relacionado con la tónica general infantilista que predomina en la Iglesia.
¿Saben ustedes que mucha de la información y formación que reciben los
sacerdotes de la Archidiócesis de Madrid está ilustrada con dibujos de Fano?
Pues ésa es la tónica: lo que era para niños, se utiliza ahora para los
pastores de almas…
Y así
todo.
No sé, yo veo demasiada música y entretenimiento, canciones con letras sentimentaloides, como para tomarse en serio cualquier discernimiento vocacional durante el fin de semana. Dios habla en el silencio. Precisamente en la dinámica opuesta a un día entero de actuaciones musicales y rellenar fichas en grupos. Al respecto, recuerdo una frase de Rafael Azcona, el guionista de Luis García Berlanga, cuando se multiplicaron los centros comerciales con música a todo volumen en que las familias pasaban el sábado entero. Dijo Azcona: “a la gente lo que le gusta es aturdirse”. Pues eso parece. Y la moda ha llegado también a la Iglesia. Y en ese ambiente, es bastante difícil escuchar la voz de Dios. Por el contrario, durante todo el sábado se procedió a una sugestión emotivista mediante la letra de las continuas canciones que lo que en realidad produce es que se nuble la sana relación entre el corazón y la razón para escuchar a Dios. Muy en la línea de los retiros de Emaús y la música de Hakuna.
Hemos
visto el formato recientemente en eventos parecidos: el Har Tabor en la
diócesis de Terrassa, donde el obispo acabó subiendo al mismo escenario de las
canciones protestantizantes y emotivistas para celebrar la Misa, y el terrorífico
BodyFest del Regnum Christi, de los que hemos tratado en los posts anteriores.
¿A alguien le
extraña que sólo acudan a estos encuentros personas de buena fe pero
despistadas, que aún creen que la Iglesia les sigue hablando como siempre hizo?
¿Extraña que, como decíamos, siga declinando el número de seminaristas
diocesanos, mientras los institutos tradicionales se llenan?
Disculpen la insistencia pero, cuanto más observo y leo, menos veo a la Iglesia de Cristo aquí y más veo una institución vendida al mundo, con una fe distinta, y que intenta rellenarse de nuevos contenidos, donde perviven conceptos a los que se cambia el significado. Una neo-iglesia que, por muy nueva que sea, está ya degenerada, envejecida y muestra claros signos de agotamiento; mientras que la Iglesia de siempre, perseguida, muestra la vitalidad y la fuerza sobrenatural que la ha acompañado a lo largo de toda la historia, hasta en las peores persecuciones.
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